Hacia el siglo III de nuestra era, la sociedad maya de las tierras bajas inició un periodo de grandes realizaciones en todos los aspectos de la cultura, y alcanzó altos niveles de excelencia en arquitectura, cerámica, astronomía, etc. A esta época, que termina en el siglo X, se le conoce como Horizonte Clásico, y para su estudio se ha dividido en una fase tardía que se prolonga hasta 1000 d. C. Antes de hablar de la cultura clásica maya es necesario hacer algunos comentarios respecto a lo que debemos entender cuando hablamos de «lo maya». Existen dos significados posibles.
Por un lado, podemos referirnos con este término a los grupos que habitan la región y comparten una serie de rasgos físicos que los identifica.
Este concepto es puramente biológico. En otro sentido, podemos considerar «lo maya» como un conjunto de rasgos culturales que se presentan en un periodo y un espacio determinados, formando lo que llamamos un complejo cultural.
Aunque en un momento dado pueden corresponder las dos definiciones, es decir, un grupo con características físicas mayas haya sido portador de una «cultura» maya, nosotros definiremos «lo maya» a partir de los restos materiales al referirnos a ellos.
La bóveda salediza o arco falso en los edificios, el complejo estelaaltar, la presencia de inscripciones jeroglíficas y un sistema de registro numérico por posición utilizando ampliamente el cero, son algunos elementos indicadores a partir de los cuales podremos reconocerlos.
Origen de la Civilización Maya en Campeche
Por lo que sabemos hasta la fecha, los grupos que colonizaron las tierras bajas mayas fueron influidos de una manera indirecta por la cultura olmeca o de La Venta, considerada la primera civilización mesoamericana que se desarrolló en las planicies costeras del sur de Veracruz y del norte de Tabasco, entre
los años 1,400 y 400 a. C.
Se le denomina «cultura madre» debido a la influencia que ejerció en todo el ámbito del sur de México y parte de Centroamérica.
Particularmente en Chiapas aportó diversos elementos culturales a grupos autóctonos, lo que dio lugar al surgimiento de un complejo cultural conocido como Izapa, nombre de su sitio de origen. Ahí encontramos estelas y altares con representaciones de clara influencia olmeca que, a la vez, constituyen un antecedente de los rasgos propiamente
mayas. Es pues, la cultura de Izapa un puente que conecta a estas dos grandes tradiciones culturales.
A pesar de lo anterior, no podemos considerar esta herencia como único impulso para el surgimiento de la civilización maya, ya que no explica los mecanismos internos que provocaron la conformación de un complejo cultural, que rebasó por mucho los logros olmecas.
Se han planteado al respecto diversas hipótesis atribuyendo, por ejemplo, el surgimiento de la civilización al hecho de que algunos grupos ocuparon las regiones más fértiles o ricas en recursos, mientras que otros vivieron en territorios de difícil o casi imposible explotación.
Esta situación colocó en ventaja a los primeros y propició su mayor desarrollo y un consecuente control sobre los menos favorecidos. Un factor complementario a este planteamiento sería la utilización de la fuerza para apropiarse y sostener el dominio sobre áreas claves, es decir, el estado de guerra como acelerador de la integración social de los grupos, ya que la necesidad de defensa obligaba a las comunidades a organizarse internamente de una manera más efectiva.
Otros investigadores atribuyen el surgimiento de la civilización al comercio a larga distancia. Proponen la existencia de dos zonas en las tierras bajas mayas mencionadas como «nuclear» y «periférica», respectivamente.
La zona nuclear se vio obligada, para mantener su predominio y asegurar los productos básicos de que carecía, a desarrollar productos locales para intercambiarlos por ciertos bienes de lujo, lo que favoreció las transformaciones institucionales.
Consideramos que todas las hipótesis arriba planteadas tienen algo de razón, y de hecho diversas causas debieron provocar el surgimiento de la civilización maya. Tanto influencias externas, como factores de dinámica interna debieron contribuir de alguna forma a la materialización de un complejo cultural de alto nivel.
El Horizonte Clásico se caracteriza por su intensa regionalización, en la cual los grupos que ocuparon prácticamente todo el área comenzaron a desarrollar múltiples rasgos que los diferenciaron de sus vecinos.
Esta individualización de la cultura se desarrolló sobre una base de elementos comunes que permite identificar lo maya más allá de las diferencias regionales. El complejo estela-altar, la bóveda salediza o arco falso y la escritura jeroglífica son algunos de los rasgos, ya mencionados arriba, que nos servirán de indicadores para definir su presencia.