Este es el periodo de máximo florecimiento de la civilización maya, en el cual los diversos grupos que habitaban el área lograron desarrollarse substancialmente. La regionalización de la cultura se manifestó plenamente tanto en la arquitectura como en la cerámica. El acelerado crecimiento demográfico permitió llevar a cabo imponentes obraspúblicas, principalmente templos y palacios, destinados a servir a los dioses, a los jefes y sacerdotes.
La agricultura de roza se tornó insuficiente, y se implementaron sistemas de cultivo intensivo como terrazas y campos levantados, que multiplicaron la producción de alimentos y permitieron el sostenimiento de la población siempre creciente, así como la existencia de un número cada vez mayor de gente no dedicada a la producción.
Este aumento en la complejidad social se reflejó también en lo político, donde las áreas de control de los centros fueron cada vez mayores, absorbiendo a los sitios menores en su órbita, ya sea a partir de guerras o mediante alianzas matrimoniales, llegando a integrar diversas entidades sociopolíticas que pueden caracterizarse como estados regionales.
Desde el punto de vista interno, la organización social experimentó cambios, perdiendo importancia aunque no desapareciendo por completo, las relaciones de parentesco, y se estableció una interrelación más parecida a las de las clases sociales.
En Campeche, esta situación se manifestó claramente. Podemos hablar de regiones que tienen estilos arquitectónicos bien definidos; aunque no sabemos si todas estas «provincias estilísticas» constituyeron entidades políticas, las tomaremos como unidades de estudio en este caso.
En el extremo sur del Estado, en el Petén campechano, se habían desarrollado, para el siglo VII de nuestra era, múltiples y florecientes comunidades que continuaron la tradición iniciada desde el Clásico Temprano. La Muñeca, Pared de los Reyes, Naachtún y Oxpemul son solo algunas de las ciudades que ahora yacen sepultadas por la selva tropical, pero que en su época estuvieron integradas dentro de un sólido esquema político.
La más importante ciudad del Petén campechano, y una de las principales de todo el área, es Calakmul, considerada como una de las cuatro grandes capitales del mundo maya durante los siglos VII y VIII, junto con Palenque, en Chiapas, Tikal en Guatemala y Copán, en Honduras.
La importancia política que alcanzó este centro se confirma por la presencia de un glifo considerado un «emblema», utilizado para identificar a una ciudad determinada. Únicamente las capitales más importantes lo tenían. El glifo emblema de la «Cabeza de Serpiente», en Calakmul, ha sido identificado hasta ahora en inscripciones de sitios como Tikal, Copán, Seibal y Dos Pilas.
Aunque el sitio mismo no ha sido explorado de una manera completa, sabemos que su extensión abarca un radio promedio de 70 Km2, en donde quedan comprendidos un gran número de edificios con arquitectura monumental, así como cientos de plataformas habitacionales. La estructura más grande del sitio, la N° II, es un basamento piramidal de unos 130 x 140 m, en su base, y con una altura aproximada de 64 m.
Hasta la fecha se han localizado en Calakmul más de 110 estelas, algunas de más de 3 m de alto, de las cuales 51 poseen serie inicial; aunque solamente 42 han podido ser fechadas, debido a su mal estado de conservación. Esta ciudad maya parece haber sido la capital de un gran estado regional conocido como el reino o cuchcabal de la Cabeza de Serpiente, que abarcaría una superficie de 5,000 km2, desde el sitio de Oxpemul, al norte, hasta un poco más allá de la frontera con Guatemala, al sur. En este gran ámbito territorial debió existir una compleja red de interrelaciones, en la cual, además de Calakmul, considerado un sitio de primera magnitud, tenemos otros de segundo nivel y aún deben existir de tercer nivel.
Estos centros menores debieron ser gobernados directamente por miembros del linaje de Calakmul, a través de alianzas matrimoniales o quizá con el auxilio de la fuerza militar. Hacia el norte del área de control de Calakmul se desarrolló un complejo cultural identificado a través de un estilo arquitectónico muy peculiar, y conocido como Yucatán Central (refiriéndose a la península). Abarca una franja de territorio que corre de sureste a noroeste, en Campeche, y que alcanza parcialmente a Quintana Roo.
El análisis subdivide a esta región arquitectónica en dos partes, una al sur conocida como Río Bec y otra al norte, denominada Chenes. Aunque no lo sabemos con exactitud, es poco probable que esta extensión enorme constituyera una sola entidad política. Su unidad estilística más bien sugiere la pertenencia a un mismo sustrato cultural, donde se compartían deidades con clanes estrechamente relacionados, aunque independientes entre sí. Lo que sí parece factible es que las comunidades pertenecientes a esta tradición hablaran maya yucateco, a diferencia de un lenguaje relacionado con el maya chol que debió hablarse más al sur.
La concepción arquitectónica «Yucatán Central» varía respecto a sus vecinos del sur ya que aquí la estructura es horizontal, mientras que en el Petén es vertical (basamento piramidal).
Los edificios del estilo Yucatán Central suelen estar asentados sobre bajas plataformas, y presentan dos rasgos muy evidentes: torres y fachada de mascarón zoomorfo.Las torres, normalmente dos (una en cada extremo del edificio), y excepcionalmente tres (con una al centro), constituyen una estilización de basamentos piramidales con esquinas redondeadas y una escalinata casi vertical al frente, la cual asciende hasta un pequeño templo simulado en la parte superior.
Las fachadas zoomorfas son enormes mascarones con las fauces abiertas, a través de las cuales se accede al interior del edificio. Parecen representar a Itzamná y su abundante presencia en toda la región nos sugiere que fue una deidad muy venerada y quizá también se relacione con algún linaje o grupos de linajes prominentes.
Hacia el norte, en la subregión Chenes, las torres presentan variación respecto a las de Río Bec, pero esencialmente presentan el mismo concepto. Desde el punto de vista político, podemos aventurar la existencia de un territorio en la parte sur de la región controlado por Becán y que podría incluir a Manos Rojas, en el poniente; a Payán, Okolhuitz y Río Bec, en el oriente; Hormiguero y Tigre Triste, al sur; así como Carmelita y Puerto Rico, al norte.
El Clásico Tardío, en Becán, parece haber sido un periodo de independencia y paz. El material cerámico nos muestra una creciente cantidad de tipos locales y una disminución de los relacionados con el sur. El foso que rodea la parte central del sitio se utilizó entonces para tirar basura, además de que diversas secciones del parapeto interior fueron removidas para ser usadas en construcciones. La actividad constructiva se intensificó, y se levantaron los edificios que ahora podemos observar.
Desde el punto de vista arquitectónico, los edificios en el interior del recinto cívico ceremonial presentan una combinación muy evidente con el estilo arquitectónico Petén, aunque conservan los rasgos propios del Yucatán Central. En efecto, la mayor parte de los edificios están asentados sobre altos basamentos, aunque conservan los rasgos característicos de Río Bec.
El edificio I posee un complejo de torres laterales, conformadas de manera peculiar, de planta casi cuadrada y posiblemente con escalinatas en sus cuatro lados. No presentan restos de templos superiores, pero algunas perforaciones sugieren la existencia de su per-estructuras perecederas.
La conformación general de estas torres parece corresponder a estructuras piramidales en Tikal, conocidas como «complejo 2». Los elementos de arquitectura monumental existentes en Becán incluyen, como ya indicamos, altos basamentos piramidales, torres, mascarones zoomorfos, edificios de varios niveles con múltiples cuartos, acrópolis, un juego de pelota; pasadizos ocultos, y un túnel que comunica dos plazas, entre otros rasgos.
Fuera del recinto ceremonial encontramos una abundante evidencia de ocupación, extendiendo el asentamiento por lo menos 3.5 Km hasta Chicanná, al oeste, ya 7 Km, al este, hasta Xpuhil, en donde se han encontrado estructuras de piedra con cuartos abovedados que forman plazuelas y bajas plataformas de tierra sobre las que se asentaron
casas de materiales perecederos.
Es muy significativa la aparición, para el Clásico Tardío, de sistemas de agricultura intensiva, consistentes tanto en terrazas en las colinas como en camellones elevados en las áreas de bajos, a fin de poder sembrar sobre ellos. Estos elementos han sido detectados ampliamente en la región.
Además de los ya mencionados, algunos de los principales sitios de la sub-área Río Bec estrechamente relacionados con Becán son Channá, Culucbalom, Zoh Laguna, Buenos Aires, Desprecio, Ramonal, Ceibarico y Pasión de Cristo.
Respecto a la sub-área Chenes, en ella también se ha definido la presencia de sitios con arquitectura monumental adscrita al Clásico Tardío. Encontramos mascarones zoomorfos, lo mismo que torres, aunque estas últimas se presentan modificadas respecto a Río Bec; aquí son de planta más cuadrada y los templos de la parte superior
suelen ser funcionales.
Los sitios más importantes conocidos incluyen Dzibilnocac, Hochob, Tabasqueño, Santa Rosa Xtampak y Dzehkabtún.
Aunque el más conocido de ellos hasta ahora es Dzibilnocac, Santa Rosa Xtampak, ubicado en lo alto de una colina, de acuerdo con su extensión y la magnitud de sus edificios, pudiera proponerse como un importante centro de control.
En algunos de los sitios Chenes arriba mencionados, la arquitectura presenta una mezcla con el estilo Puuc, desarrollado aún más al norte, cuyo centro podría ubicarse en Uxmal, en el estado de Yucatán. No tenemos noticias de la existencia de agricultura intensiva, pero el clima más seco que en Río Bec y su contemporaneidad, nos sugiere que debió existir, igual que más al sur, un desarrollo demográfico tal que hiciera necesaria la utilización de dichos sistemas agrícolas.
Edzná. Durante el Clásico Tardío, Edzná experimentó su mayor desarrollo, llegando al máximo la utilización del sistema hidráulico y el asentamiento alcanzó su extensión más amplia. El área de control del sitio debió cubrir por lo menos todo el valle, aunque sus nexos, como estudiaremos, se extendieron mucho más allá.
El material cerámico nos indica relaciones muy estrechas con el norte de la península y una separación casi total del área Petén, al sur. Conocemos mejor ahora el llamado Edificio de los Cinco Pisos, principal estructura tanto de la Gran Acrópolis como del sitio, y varias estructuras de reciente excavación. El inmueble de los cinco niveles
es un basamento piramidal sobre cuya cima se levanta un templo o santuario coronado por una crestería.
En el lado oeste, el basamento está compuesto por cuatro cuerpos escalonados, y en cada uno de ellos existen diversos cuartos. Esta última característica es muy peculiar en el ámbito mesoamericano,ya que normalmente las llamadas «pirámides» cumplen principalmente la función de apoyo a los «templos» que se asientan en su
parte superior.
Sin embargo, esa fachada poniente y el templo que la culmina, fueron los últimos elementos construidos en el edificio. Las excavaciones de los noventa exhumaron una subestructura Petén que luego fue cubierta con variantes del estilo Puuc, y que podrían indicar la presencia chontal en el sitio. Esos elementos son visibles en los costados norte y oriente de la mole arquitectónica.
La existencia de numerosos aposentos, en el lado poniente del Edificio de los Cinco Pisos, concuerda con la generosa construcción de palacios o habitaciones para la élite ocurrida en el Clásico Tardío.
Recuérdense los palacios de Sayil y Santa Rosa Xtampak (cada uno con tres niveles) o los de Labná, Xkipché y Chacmultún (éstos con dos niveles).
Por otra parte, en un tiempo hubo quienes se preguntaron si Edzná contó con un estilo arquitectónico propio, interrogante hoy plenamente desechada porque a lo largo de su historia los asentamientos pasan por varios momentos constructivos, y el asignar estilo por sitio no conduciría a nada.
En el caso de Edzná, claramente hay una secuencia que comienza con obras Petén, les siguen inmuebles Chenes, luego prosperan las construcciones Puuc, a las que se sobreponen edificios del Clásico Terminal (posiblemente chontales) y un último momento es el de la arquitectura Postclásica o Tardía.
En el aspecto escultórico cabe mencionar la existencia de más de 30 estelas, en donde se representan personajes ricamente ataviados, jefes o sacerdotes, acompañados de inscripciones jeroglíficas, algunas de las cuales incluyen fechas que abarcan una cronología del 652 al 810 d. C. De acuerdo con el estilo en que están esculpidas podemos agruparlas en «mayas» y «mayas chontales». Las primeras presentan características que las ubican dentro de los niveles y esquemas tradicionales de la cultura maya petenera, mientras que las segundas parecen relacionarse con alguna influencia llegada desde el suroeste de Campeche. Esta presencia es definible tanto en el aspecto escultóricomismo como en la forma de registro de las fechas.
Seguramente diversos grupos maya chontales, fuertemente vinculados con las culturas del Golfo y del centro de México, fueron los responsables y los precursores de posteriores corrientes de influencia, las cuales culminaron con la llegada de los itzáes a Chichón Itzá.
Jaina. Esta pequeña isla, situada a sesenta metros del litoral campechano, a la altura de Hecelchakán y a sólo 40 km al norte de la ciudad de Campeche, posee varias construcciones monumentales conjuntadas en dos grupos arquitectónicos: Zayosal y Zacpool. No obstante, es conocida internacionalmente, no por sus inmuebles, sino por centenares de figurillas antropomorfas y zoomorfas de excelente calidad plástica, procedentes de numerosos enterramientos humanos allá depositados durante el periodo Clásico.
Estas imágenes de arcilla cocida, modelada en sus ejemplos tempranos y moldeada en tiempos posteriores, poseen una gran fidelidad que, de hecho, retrata y permite conocer múltiples detalles del tipo físico y su modificación cultural, de la indumentaria y joyería, de la arquitectura y de diversas actividades cotidianas de los mayas antiguos.
Cabe señalar que algunas de esas piezas no fueron elaboradas localmente y que además son idénticas a las de muchos otros sitios costeros campechanos y tabasqueños. No es posible continuar hablando de un «estilo Jaina», pues esas figurillas también son comunes en lugares como Isla Arena, Isla Uaymil, Villa Madero, Champotón y Jonuta.
De hecho, las investigaciones recientes indican que buena parte de esas figurillas formaron parte de una ruta comercial costera que enlazaba desde Isla de Sacrificios, en Veracruz, hasta las costas del caribe quintanarroense.
El suroeste mexicano. Esta región, también conocida como la de ríos, pantanos y lagunas, gravita en torno a la Laguna de Términos, enorme espacio de gran riqueza natural donde confluye la mayoría de los ríos de la entidad y que, si bien hoy presenta dificultades para el asentamiento y desarrollo humanos, en la antigüedad vio florecer muchos asentamientos mayas estrechamente vinculados por medio de la navegación y el comercio.
En el suroeste de Campeche se daba la fusión de varias rutas comerciales terrestres, fluviales y marinas. Desde ahí partían las caravanas de mercaderes con destino al norte de la península, a la región de Bacalar y Chetumal (para luego proseguir a los puertos de Nito y Naco, en El Salvador y Honduras, respectivamente), a la costa del Golfo de México, a los altos de Chiapas y al altiplano central. Bienes suntuarios y de consumo circularon ampliamente en esta región hasta hoy poco explorada, pero con los objetos también viajaban noticias e ideas.
No sabemos a ciencia cierta si la presencia teotihuacana tuvo que ver con ello, pero las relaciones de parentesco, que fueron dominantes durante el Clásico Temprano, se transformaron parcialmente, dando lugar a lo que se ha llamado una organización estatal, ya que resultaba imposible controlar una creciente población y un aparato productivo complejo (agricultura intensiva con terrazas y camellones), además de territorios de considerable extensión. Sin embargo, no desapareció la noción de un pasado común, la cual fue utilizada para el mantenimiento en el poder de una pequeña élite a la que no se podía pertenecer más que por nacimiento. El linaje permitió extender el dominio de ciertas familias a territorios extensos.
El proceso de crecimiento demográfico y complejidad social provocó para esta época la ocupación y control de prácticamente toda la península, existiendo lo que llamamos «estados territoriales». Estas entidades, aunque autónomas, solían estar relacionadas entre sí por medio de alianzas matrimoniales o, en su defecto, a través de algún tipo de control político militar.
En el Petén y en el área del Río Usumacinta es clara su existencia, aunque al norte son necesarios más estudios. Hacia el siglo X de nuestra era, todo este complejo panorama sociopolítico sufrió una transformación radical. Los grandes centros del Petén, del Usumacinta, del Motagua y de Yucatán Central perdieron su capacidad de control, y sufrieron una severa crisis.
Los núcleos de las ciudades fueron abandonados, cesó la erección de estelas, las rutas comerciales desaparecieron y, según las fuentes históricas, hubo una gran migración hacia el norte de la Península de Yucatán. Este fenómeno, tan repentino como generalizado, ha intrigado de una manera profunda a los investigadores; desde hace años se han propuesto diferentes explicaciones a este llamado «colapso del Clásico».
Algunas sostienen la tesis del clima (sequías o exceso de lluvias), otras la de catástrofes (terremotos, plagas), aún otras la de la agricultura (agotamiento del suelo; transformación de áreas de cultivo en pastizales), pero ninguna de ellas se ha podido comprobar. Para poder entender realmente lo que sucedió, es necesario enfatizar el carácter altamente represivo de la sociedad maya.
Una sociedad tecnológicamente ubicada en la edad de piedra sólo pudo desarrollar trabajos públicos de gran magnitud a partir de un alto nivel de explotación de la mano de obra. El control de grupos de trabajo muy numerosos debió llevarse a cabo por medio de la religión, es decir, el temor a los dioses y seres sobrenaturales asociados.
También debemos recordar que la sociedad maya estaba dividida básicamente en dos núcleos: la nobleza dirigente, no productora de alimentos y numéricamente muy pequeña, y la gran masa de campesinos y artesanos menores, sobre cuyas espaldas recaía el mantenimiento de la comunidad entera. El primero de estos grupos, en gran parte, basaba su posición prominente en el prestigio social debido a su calidad de intermediarios y/o descendientes de los dioses.
El refuerzo de este prestigio debía realizarse a partir de manifestaciones materiales que incluían objetos de materiales raros o exóticos, los cuales debían traerse de lejanas regiones a través de un sistema de intercambio por objetos locales. A medida que prosperaron los grupos mayas la nobleza creció también. Los hijos de los jefes y sacerdotes ostentaron los títulos y privilegios de sus padres que, al transcurrir los siglos, crecieron desmesuradamente y, con ellos, sus necesidades.
Esta carga debió ser llevada por los agricultores que, además, debían alimentar a una población en continuo crecimiento. Como vimos, ya en el Clásico Temprano fue necesario pasar de la agricultura de roza a la intensiva (terrazas y campos levantados), con el fin de incrementar la productividad. Desde luego, el bajo nivel tecnológico del sistema agrícola no pudo ir más allá de cierto límite.
Al parecer, hacia el siglo X, el desarrollo productivo no pudo mantener el ritmo de crecimiento y entró en crisis. Podemos pensar en campesinos decepcionados de los dioses y sus representantes. Se rebelaron y negaron a seguir bajo sus órdenes. Quizá entraron a los recintos ceremoniales destrozando los templos y matando a los jefes y sacerdotes. Con la destrucción de los grupos dirigentes, los cuales poseían los conocimientos del calendario, religiosos y jeroglíficos, se perdió el elemento organizador de estas grandes entidades sociopolíticas, por lo que los campesinos se dispersaron en pequeñas comunidades aldeanas de autoconsumo.
En la región del Río Usumacinta se ha detectado la presencia de influencias no mayas durante esta época. Posiblemente grupos militaristas de filiación mexicana aprovecharon la crisis interna para ejercer un dominio. Así culminó una importante etapa en la historia de los mayas prehispánicos, en la cual se manifestaron, como rasgos característicos de su organización social, la gran centralización del poder y un rígido control religioso, elementos que les permitieron desarrollarse en un medio tan hostil como es la selva tropical. Pero, al llegar al límite de sus posibilidades, provocaron un desequilibrio interno y fueron incapaces de mantener por más tiempo ese esquema.
En Becán, el colapso del Clásico no se presentó de una manera tan catastrófica como en otros sitios, pues hacia 900 parecen haber seguido construyéndose algunos edificios. Esto ocurrió, tal vez, por influencias del norte de la península o del sur de Quintana Roo.
Finalmente, hacia 1200 d. C., el sitio quedó completamente abandonado y fue visitado esporádicamente por grupos que entraron a depositar ofrendas. Más al norte, en Edzná, la última estela fechada corresponde al año 810 d. C., pero la cerámica más tardía encontrada corresponde a los tipos cerámicos del Postclásico, porque en ese sitio contamos con una secuencia ininterrumpida desde el 400 a. C. hasta mediados del siglo XV de nuestra era. En la región de los Chenes, Dzibilnocac desapareció como centro importante, situación similar a la de Santa Rosa Xtampak.
En la región de la Laguna de Términos, el final del periodo Clásico, más que constituir un colapso, permitió la consolidación de un grupo muy influido por gente del altiplano central y de la costa del Golfo que, aprovechando su posición en los límites del territorio maya, retomó las antiguas rutas de comercio, quizá sacando utilidad del desconcierto existente. Más al norte, y quizá como consecuencia del comercio costero, surgieron diversas comunidades, siendo las más importantes Champotón y Campeche, que después se integraron a un nuevo esquema político.